En medio del escándalo nacional desatado por las palabras de Ignacio Walker, presidente DC, sobre la posibilidad de que se realice una Nueva Constitución mediante una Asamblea Constituyente, se pone el grito en cielo y se denuncia tal como un mecanismo anti-sistemico, no institucional. Se anuncia con alarma que no está previsto jurídicamente para reformar la Constitución.
En
la doctrina constitucionalista se reconoce que el poder constituyente
tiene dos momentos. El poder constituyente originario es que tiene
primigeniamente el pueblo y el que le da legitimidad al ordenamiento
político, permaneciendo en todo momento en pueblo. Este se activa y
vuelve al pueblo cada vez que se atraviesa por momentos de
excepcionalidad política (Dahl). A la vez, esta el poder
constituyente derivado, que es el que da el pueblo a las
instituciones para que estas legislen en periodos de normalidad
política, ya que no puede estar en todo momento creando
constitucionalmente, estableciendo un órgano que se encarga de
adicionar y modificar la Carta Magna.
Por
lo tanto, no es un elemento asistémico e imposible la Asamblea
Constituyente. Es un poder que el pueblo posee para determinar las
estructuras políticas, sociales y económicas de un país, junto con
las bases institucionales y los principios que lo guiaran. Que no
este contemplado en la Constitución no significa que no se pueda,
porque el poder constituyente esta sobre ella.
Pero
si los elementos conservadores y reaccionarios prefieren la vía
institucional, es cuestión de que no más de cinco senadores o 10
diputados lo presenten como moción en el Congreso, que así se
acuerde por los dos tercios de ambas Cámaras y no sea vetado por el
Presidente de la República, para que la Asamblea sea posible.
Incluso si hubiera veto presidencial y el Congreso insistiera en su
proyecto, habría plebiscito para dirimir el conflicto.
O
sea, para tener una Asamblea Constituyente no solo tenemos a la mano
el proceso revolucionario, sino que también tenemos una vía
institucional para convocarla, bastando con la voluntad política de
los actuales congresistas. Si entre ellos existe una mayoría como la
descrita, pueden dar ese paso, que significaría abdicar de su actual
atribución para reformar la Constitución, pero que abriría una
ancha puerta para su legitimidad.
En
nuestro país, esta modalidad nunca ha sido practicada. Como suele
decir Gabriel Salazar, nuestras Cartas Magnas han sido escritas y
establecidas a sangre y fuego por las clases patronales, las elites,
acompañados por las Fuerzas Armadas. La Constitución de 1833 fue
realizada por ciudadanos “de conocida probidad e ilustración”,
nombrados por el gobierno, vigilados por Portales. La Constitución
de 1925, que debió haber sido confeccionada por una Asamblea
Constituyente según la promesa de Arturo Alessandri, terminó siendo
redactada por una “comisión ad hoc” de notables, más el propio
Presidente, y aprobada en un plebiscito poco representativo. Para que
hablar de la actual Constitución del 80'.
Así
las cosas, de prosperar una Asamblea Constituyente, esta sería la
primera vez en nuestra historia republicana que la Constitución
emanaría de delegados elegidos por el pueblo para ese fin, mediando
su ratificación con un plebiscito, sujeto a todas las exigencias
democráticas.
Ahora,
con responsabilidad hay que decir que como cualquiera de las técnicas
para reformar la Constitución, tiene limitaciones. Tenemos que
pensar en el país que tenemos, con la correlación de fuerzas que
existe, no como si tuviéramos un Chile de repuesto en el maletero.
Hay en ciertos grupos una creencia ciega de que la Asamblea nos
brindara un nuevo Chile, donde todos seremos iguales: eso no sera
así. Ni Hans Kelsen pondría en ella una fe tal, creer que todo se
solucionaría con una ley (porque después de todo es una ley la
Constitución) es ingenuo. Tendremos una Carta Magna legitima y
legitimada, pero eso no implica que lleguemos a la copia feliz del
Edén. En una Asamblea Constituyente puede intervenir todo aquel que
lo desee, por lo tanto la derecha también participara en ella. No
olvidar que el pinochetismo obtuvo 45% en 1988, y que el actual
Presidente (por inepto y cómico que sea) es de derecha.
Es
más, si nos hemos de guiar por Gabriel Salazar, a quien hemos oído
últimamente como el gran promotor de esta vía, vemos más
claramente los limites de la Asamblea Constituyente. Según él, esta
debería organizarse a lo largo del país, sirviendo para deliberar participativamente, rigiendose por el voto de mayoría
imperante, mediante voceros y no representantes, aunque de manera corporativa/gremial (ya que no valdría
el voto por igual que conocemos todo sino que ha de imponerse la
visión de la parte afectada por el sistema imperante), dejando fuera
a la clase política y a los militares. A pesar de lo ingenuo que
podría sonar la posición del Premio Nacional, tiene una cuota de
realismo, tal como en "Tolerancia Cero" admitió: en un
escenario así los militares siempre tienen “la última palabra”.
¿Una invitación a la derrota anticipada lo de Salazar?
Entonces, tenemos que lo
importante y lo necesario de una Asamblea Constituyente es que a
través de este medio (y señalar que es un medio y no un fin en si
mismo) tengamos como primera ley de la República una norma escrita,
validada y refrendada por todos.
A
pesar de esto, la derecha (y en algunos sectores conservadores de la
izquierda chilena) apareció respondiendo con campaña del terror,
asociando la Asamblea Constituyente con populismos autoritarios. Si
bien es cierto que este tipo de procesos se han visto en la región
asociados a Chavez, Evo y Correa, hay también casos opuestos. EEUU
elaboro su Constitución en 1787 con una Convención Federal que
representaba a los 13 Estados de la Unión. Así nació la más
antigua de las constituciones vigentes en el mundo. La Ley
Fundamental alemana, a su vez, fue hecha por una asamblea de
delegados de los Länder, que se reunió en Bonn en 1949 y dio origen
a un texto que ha sobrevivido a la guerra fría y a la reunificación.
Una experiencia más cercana es la actual Constitución de Colombia,
que se estableció mediante Asamblea Constituyente, luego del proceso
de la quinta urna en los años 90'.
Si
la crisis institucional del país es tan severa como se dice, si la
confianza en que los políticos puedan dar solución a los problemas
de la sociedad actual es nula, si las instituciones están bloqueadas
y coaptadas por intereses, la salida debe ser de la mayor
legitimidad. Y si tal camino pasa por una Asamblea
Constituyente ¿por qué no se podría abordar? Que el poder vuelva
al pueblo.
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